sábado, 1 de junio de 2013

Porque las feas también tenemos derecho a FINALES FELICES ^^

 
Esto que te cuento sucedió en un lugar tan lejano y hace tanto tiempo que ya casi no me acuerdo que existía una familia, un padre con sus seis hijos, tres chicos y tres chicas. Eran una familia acomodada y de buen apellido. Las hijas de la familia eran muy dispares entre ellas, las dos mayores eran muy superficiales y sólo las movía el dinero, en cambio a la pequeña, era todo lo contrario, era pura humildad y alegría, no era conocida por su belleza, ya que parecía que tenía muchos dones, pero ese precisamente no. Tanto era así que era conocida en el pueblo como "Betty, la fea" y todos empezaron a llamarla así. Todos sus hermanos estaban casados o a punto de casarse, todos menos ella, pero ella no quería casarse, todavía no, era demasiado joven para comprometerse y quería quedarse en casa para estar con su padre.
Por un golpe del destino, todas sus riquezas desaparecieron y con ello, la familia se disperso. Los hijos/as se fueron a vivir con sus respectivas parejas y sólo quedaron Betty y su padre, aunque se tuvieron que trasladar a una casa más pequeña, ya que el castillo en el que ellos vivían, era muy caro de mantener y cada centimo contaba. Betty, hacía las tareas de la casa, mientras su padre, un hombre mayor, el cual iba a buscar trabajo cada vez que salía de su casa. Fueron pasando los meses, hasta que el dinero se fue acabando. Betty decidió tomar una decisión, irse a la gran ciudad, para encontrar trabajo allí y mandarle dinero y riquezas a su padre. Esto hizó a su padre muy infeliz, puesto que era la única persona, que compartía su vida con él, pero era su decisión y ya ella era mayor de edad para saber lo que tenía y no tenía que hacer. Se despidieron entre lagrimas y Betty se marchó hacia la gran ciudad. Cómo no tenía dinero, decidió ir andando hasta allí, sólo que había mucha distancia entre ambos lugares, con lo que sabía que tardaría varios días en llegar. Iba atravesando el bosque profundo, ya que sabía que era el camino más corto hasta la ciudad. Una de esas noches, era heladora, hacía varios grados bajo cero y ella no iba con ropa de abrigo, si no se refugiaba, iba a morir de una hipotérmia. Cuando creía que su hora había llegado, descubrió entre los árboles, una casona, grande y muy luminosa. Decidió probar suerte y llamó a la puerta, ya que no tenía otro sitio donde guarecerse de aquella noche.
LLamó a la puerta, no abrían, volvió a llamar y nadie contesto. Otra vez repitió la operación, hasta que oyó una respiración detrás de la puerta.
 
-Puedo oirte, por favor, estoy muerta de frío, necesito un lugar para poder pasar la noche, por favor.
 
Nadie contestó, decidió marcharse por dónde se había ido, hasta que escuchó un ruido, procedía de la casa, sonaba como si hubiesen descorrido un cerrojo. De entre las sombras apareció un joven, con unos grandes ojos marrones, como las avellanas. Sólo con una mirada, supo que aquellos ojos escondían algo, transmitían tranquilidad y parsimónia.

-Hola. Me llamo Betty, voy a la gran ciudad, pero creo que me he perdido en este inmenso bosque y hace mucho frío. Sé que no me conoces de nada y que a lo mejor piensas que no deberías de fiarte de mí, pero no tengo donde pasar la noche.

El chico no respondió, no se movió, parecía como si sus ojos le intentasen decir algo, pero no llegaban a salir de su boca. Le hizo un gesto con la mano, como si le invitase a entrar en su casa.
Betty estaba perpleja, no sabía porque aquel chico no le respondía, pero entró, ya que las manos y los pies no les respondían. ´

-Muchas gracias. No tengo dinero, ni tengo nada, no podré pagarte por el alojamiento.

El chico no respondió, pero le hizo un gesto y una mirada, como que no se preocupase. Él no quería dinero. Le ofreció un sitio junto al fuego. Ambos se sentaron frente a él. Había un terrible silencio, que no sabía como interpretar. Los silencios incomodos no le gustaban, no sabía que hacer.

-Me llamo Betty. ¿Y tú? ¿Cómo te llamas?.

No hubo respuesta, sólo había miradas por su parte.

-¿Quieres que me vaya?

Negó con la cabeza.

-¿Quieres algo?, ¿Neceistas algo?

Se frotó la tripa, como si intentase decirle que tenía hambre.

-¿Tienes hambre? ¿Quieres que haga una rica cena?

Asintió con la cabeza y se le dislumbró una sonrisa en la boca.

-Vale. Muéstrame dónde esta todo, por favor.

El joven le condujo hasta la cocina y le sacó patatas, zanahorias y todo tipo de hortalizas. Puso cara de que era eso lo que tenía.

-Haré un rico estofado. ¿Te gusta?

Asintió con la cabeza.

-Perfecto.

Empezó a prepara la cena, él la observaba desde la otra punta de la habitación.

-Me gusta mucho tu casa. Es muy bonita.

Puso una cara de que la respuesta era un Muchas gracias. Betty siguió con la comida, hasta que terminó de hacerla.

-Ya está, espero que te guste.

Se sentaron en la mesa del salón y comieron, hasta que no hubo nada en el plato. Recogió los platos y los fregó, era lo mínimo que podía hacer. Él le ayudó a secar los platos. Ella le sonrió como muestra de cariño y de gratitud. Él le llevó a una habitación, por señales le indicó que en aquella cama dormiría ella. Le miró como diciendo buenas noches, le cerró la puerta y se marchó.
Que chico más raro, penso. Aquello no tenía sentido, nada de aquello lo tenía, pero por lo menos dormiría bajo techo y calentita. Se acostó en la cama, no sin antes, poner una silla en la puerta, para que el joven no entrase, por si las moscas, ya que nunca se sabía, pero algo dentro de ella le indicaba que no lo haría.
A la mañana siguiente se levantó, se lavó un poco la cara y las axilas, ya que había que empezar bien el día. Movió la silla de su sitio y abrió la puerta. En el suelo, justo en frente de la puerta, había una pequeña bandeja con un recién desayuno preparado, junto a una flor silvestre. Se le llenaron los ojos de lágrimas, miró de un lado a otro, pero no vió a nadie. En su vida, ninguna persona, había tenido algún gesto de este tipo. Se secó las lagrimas con la manga de su vestido y se fue a la cocina a desayunar.
No veía por ningun lado al joven, recorrió la casa entera, pero no lo encontró, lo que si descubrió es que tenía una inmesa biblioteca con todos los autores habidos y por haber. Ese era su paraiso. Se permitió coger un tomo y leer las primeras líneas de aquella novela, decían algo así como...."Todas
las cosas ser criadas a manera de contienda o batalla, dize aquel sabio Heráclito en este modo: "Omnia secundum litem fiunt". Sentencia a mi ver digna de perpetua y recordable memoria.". Cerró el libro y miró el lomo para saber el nombre de aquellas palabras, "La Celestina". Le resultó raro el nombre y a la vez atrayente, lo mismito que el dueño de aquella casa y del libro. Decidió quedarse hasta que el joven volviese, para así despedirse y volver a su andada de visitar la gran ciudad.
Como no tenía nada que hacer, se pusó a leer, el libro que tenía en las manos, no paró de leer, hasta que se lo terminó, madre mia, pensó. Que historia aquella, que bruja era la celestina, reflexionó para sus adentros. El chico todavía no había llegado aún y ya era casi de noche. ¿Y si había sido un sueño todo? ¿Y si aquel joven tan apuesto y de aquella mirada profunda, no existía? No podía ser. Decidió ir en su busca, cuando abrió la puerta, se lo encontró de bruces.

-Hola. Estaba buscando. Espero que no te moleste que este todavía aquí y en tu biblioteca, es preciosa.

No hubó contestación por su parte, sólo una mirada de aprobación de estuviera toodavía allí. La cogió de la mano y la condujo a la mesa del salón. Era la primera vez que le tocaba y sintió un escalofrio, aquel jovenn le transmitía sentimientos encontrados. Había que reconocerlo era muy apuesto, desde que le había mirado con aquella mirada, sentía una especie de atracción hacia él, pero sabía que escondía algo y que no era todo claridad lo que había en él. En el salón había una cena o lo que parecía un intento de cena. Se lo había preparado a ella. Que tierno, pensó para sus adentros.

-¿Es para mi?

Asintió con la cabeza.

-Muchas Gracias. ( y le sonrió con la mejor de sus sonrisas).

Le invitó a que se sentase, moviendo la silla, para que ella se sentase. Guau, era todo un caballero, pensó.

-Gracias.

Con una mirada le transmitió que esperaba que le gustase la cena. Él buscaba su aprobación. Provó el primer bocado. No estaba mal, se notaba que era la primera vez que cocinaba. Ella le sonrió como muestra de agradecimiento y siguieron comiendo. En el silencio de la noche, se respiraba tranquilidad.

-Hoy he estado leyendo "La Celestina". Es un libro muy curioso. ¿Lo has leido?

Él movió la cabeza de abajo hacia arriba.

-No se si me ha gustado o no. Me gusta la manera de escribir del autor, pero la historia en sí, es un tanto curiosa donde las haya.

Él se levantó y se fue corriendo. ¿Había dicho algo que le hubiese molestado? Estaba sorprendia. ¿A donde habría ido? Volvió al cabo de varios minutos con algo en la mano. Era un libro. Se lo entregó.

-¿Quieres que lo lea?

Él asintió. Leyó el título del libro "Don Juan Tenorio". Con aquel nombre, se podía hacer una idea, de lo que podía ir la historia.

-Gracias.

Él por medio de gestos, le intentaba decir, que quería que lo leyese mañana.

-¿Quieres que mañana lo comentemos en la cena?

Él respondió con una amplia sonrisa en su rostro. Recogieron los platos y se sentaron frente al fuego. Ella le leyó algunos capítulos de este nuevo libro. Cuando vió que se le iban cerrando los ojos. Le dijo que estaba cansada. Él le acompañó hasta la puerta de su dormitorio. Cuando él se giró para irse, ella le dijo:

-Por cierto, Muchas gracias por el desayuno de esta mañana, ha sido un buen detalle por tu parte.

Él le sonrió y se marchó por donde habían llegado. Cerró la puerta y se fue a dormir. A la mañana siguiente, se levantó y se lavó como hacia todas las mañanas. Abrió la puerta y volvió a encontrar una bandeja con el desayuno, pero esta vez, tenía una flor diferente. Miró para todos los lados, pero no vió a nadie, sonrió. Fue a la cocina y desayunó allí. Decidió recoger un poco la casa, para dejarla limpita y que fuera más acogedora. Cómo hacia un bonito día, cogió el libro y salió al exterior para leer allí. Con aquella tranquilidad, sentía que estaba en el cielo, se podía oir a los buhos ululando, los grillos cantando y hasta el viento silbando, frotando las ramas de los árboles unas contra otras.
No se había percatado de que el jardín estaba muerto, excepto por una pequeña rosa. Estaba todavía en su forma de capullo, pero le pareció hermosa. Con sus ojos, captó una imagen mental, para el recuerdo. Siguió leyendo, hasta que el sol se pusó y apareció el joven de entre las sombras.

-Hola- dijo con una sonrisa.

Él le respondió con una dulce mirada. Señaló el libro, quería saber que pensaba de este.

-Me ha gustado, la verdad. Pero el protagonista a mi modo de ver, representa a un porcentaje alto del genero masculino. Sólo interesado en una cosa, rompiendo corazones allá por donde fuere.

Él soltó una carcaja. Era la primera vez que escuchaba su voz, aunque sólo fuera con aquello. Fue muy melodiosa, muy armoniosa. Ella le respondió con una tímida sonrisa. Cenaron a la luz de las velas. Todo parecía muy romántico.

-Somos amigos.

Él se quedó un poco sorprendido frente a estas palabras. No sabía como interpretarlas. Su contestación fue una cordial sonrisa, pero fue tan rápida, que ella se percató de que habían sido un error.
Durante las siguientes noches, volvieron a repetir el mismo procedimiento. Cada vez estaban mas a gusto juntos, aunque él no hablase, se había establecido una conversación entre ellos, que era difícil de explicar. Cada vez pasaban más horas juntos, pero sólo por las noches, por el día nunca lo veía, parecía que se escondía o que temía al día mismo. El jardín en unos días pasó de tener un capullo de flor, a llenarse de un campo entero llenó de rosas. Era sorprenderte que en tan poco tiempo, hubiesen florecido, parecía como por arte de magia, pero todo eso era parte del encanto de aquel lugar.
LLegó un día, que ella estaba triste, porque sabía que no le había mandado dinero a su padre y sabía que podría estar en la ruina. Betty se lo explicó todo a él. La cogió de la mano, aquellos roces y caricias, se producían en muy pocas ocasiones, por eso, cada vez que sucedían eran muy especiales y verdaderamente escitantes. La llevó hasta un pozo. Por señas, le indicó que tenía que girarse y reclinarse encima de él, mientras sostenía un espejo. Betty estaba un poco perpleja por lo que le intentaba decir, pero se fiaba de él. Cogió el espejo y lo movió para que se reflejase el agua del pozo. Se quedó maravillada. Podía ver a su padre, pero lo que vió le gustó para nada. Estaba encamado y tenía muy mala cara, como si estuviese en las últimas de su larga existencia. Se sobresaltó y se pusó a llorar. Él la abrazó como nunca antes lo había hecho con nadie. Transmitiendole tranquilidad, serenidad y valor, además de cariño y mucho amor.
Estuvieron varios minutos así, Betty se sorbió la nariz, lo que hizo que el joven se separase y le ofreciera su pañuelo.

-Necesito ver a mi padre. Está enfermo, no se cuanto tiempo le quedará....

Él agachó la cabeza, se pasó la mano por el pelo, como muestra de desesperación. Intentó hablar, pero no le salían las palabras. Se dió cuenta, que él la necesitaba. Con sólo una mirada, le comunicaba muchas cosas a la vez.

-Prometo volver. Te doy mi palabra, pero necesito cuidar de mi padre en estos momentos. En una semana, estaré de regreso.

El levantó la cabeza tímidamente y le miró directamente a los ojos. Aquellos ojos. tan profundos, tanta oscuridad, tanta desesperación, le decían que si no volvía, no sabía si podría sobrevivir. Ella se acercó a él y poco a poco, acercó sus labios hacia la mejilla de este. Simplemente con el mínimo roce, sintieron una especie de chispazo. Betty se tocó los labios, sorprendida de esta reacción y se fue corriendo a su habitación.
A la mañana siguiente se levantó, abrió la puerta y encontró el desayuno juntó con un pequeño objeto y un libro. Era su manera de despedirse. Descorrió bien las cortinas, para ver bien que era. Era un collar, hermoso, tenía incluso brillantes y diamantes. ¿Seria para ella? Había como una especie de instrucciones. Este collar es mágico, cada vez que te lo pongas y pienses en un sitio, te llevará dónde quieras estar. Debajo de muchas líneas había siete palabras escritas a mano.
"ESPERO QUE CON ESTO, VUELVAS A MÍ".
Se le saltaron las lágrimas, aquel joven le había robado el corazón estaba claro, pero no sabía muy bien sus sentimientos hacia él, no sabía como clasificarlos. Dejó de pensar en esas cosas, no era el momento. Se puso el collar y pensó en su padre, en su casa. Cerro los ojos con tanta fuerza, que creyó que iba a desmayarse. Cuando los abrió estaba en casa. Corrió hasta la habitación de su padre y le encontró allí, con los ojos cerrados, estaba durmiendo. Le besó la frente.

-Papa, estoy aquí. He venido para estar contigo.

Su padre abrió los ojos y sonrió de felicidad.

-OH BETTY!! Mi pequeña Betty, por fin estas a mi lado.
-Si, padre. Necesitas descansar. Te prepararé algo de comer.

Salió de la habitación y recorrió la casa, estaba toda abandonada. Parecía que no viviese nadie allí. Cocino algo de caldo, para su padre. Se lo llevó para que se lo tomase y se quedó dormido. Mientras él descansaba, Betty limpiaba y ponía la casa en orden. Ya parecía otra cosa, pero todavía necesitaría varios días más para dejarla como en los tiempos de antaño. Se sentó junto a su padre y durmió varias horas. Se despertó y vió que su padre la observaba.

-Que collar tan bonito, Betty.
-Lo sé, me lo han prestado o algo así. Es un poco complicado. Quiero que me cuentes todo lo que ha sucedido en este tiempo padre.

El padre, le contó lo sucedido, como se había quedado sin dinero, y sin nada, tenía que sobrevivir con lo poco que había, sin hacer ascos a nada. Justo en este momento llamaron a la puerta. Era un cartero con algunos cofres. Betty se sorprendió, de quien serían se pregunto. Los abrieron y contenían dinero, joyas y vestidos. Era un milagro pensó el padre, pero Betty sabía que aquello escondía algo y cuando pensó eso, pensó instintivamente en su apuesto joven. ¿Sería de él? Algo dentro de ella, sabía que sí, pero él no tenía tanto dinero. Dio las gracias al cielo o a quien fuera que s elo hubiese enviado.
Durante varios días se encargó de terminar de poner la casa al día, contrató a varios mozos, para que volviese a arar la tierra, hacer el huerto que tenían antes de toda la desdicha. Su padre se encontraba mejor parecía que había rejuvenecido, estaba más vivo que nunca. Las cosas parecían que les iban bien, estaba féliz, de que su padre estuviera contento. Esa noche, soñó con su joven amigo, estaba tirando en el campo llenó de rosas, parecía como que ambas se estaban muriendo. Se despertó de la angustia, ¿sería verdad? Tenía que volver para saber si estaba bien, además había prometido volver en una semana...Estaba hechando las cuentas, cuando se dió cuenta que llevaba más de 10 junto a su padre. Espero a que el sol de despertará y con él, a todos los demás. Cuando su padre abrió los ojos, vió la preocupación en los ojos de Betty.

-¿Qué te pasa?, ¿Qué ha ocurrido?
-Padre, necesito irme, ha ocurrido algo. Ahora que están bien las cosas aquí en casa, no me retiene nada aquí.
-Hija, te oigo hablar y sólo escucho la voz de una joven enamorada.

Betty se sonrojó, sería verdad aquello. Se despidió de su parte y se dirigió a su habitación. Ya tenía el collar puesto, nunca se lo había quitado. Pensó en su joven amado. Pensó con todas sus fuerzas. Cuando abrió los ojos, estaba dentro de la casa. Miró por todos los sitios, no le encontraba. Era de día, esperaría a la noche, sabía que a esas horas, no podría encontrarle. Espero impaciente. Las segundos pasaban segundo a segundo. Los minutos, minutos a minutos y las horas, minuto a segundo. La espera era horrible. LLegó la noche, pero no llegó con ella su joven. ¿Dónde estaba? De repente se acordó del suelo y salió al exterior, al jardín, las flores seguían allí, sólo que parecía que se estaban marchitando, el joven estaba en el centro de ellas. Corrió hacia él. No podía ser, ¿Iba a morir?, ¿estaba muerto?. Le cogió de la cabeza y se la pusó en sus rodillas. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, no era justo, porque se lo tenían que arrebatar, ahora que sabía por fin lo que sentía hacia él. Abrió los ojos y le sonrió, por fin había llegado Betty, por lo menos le vería por última vez.

-Lo siento. Lo siento, no sabía que esto ocurriría, sino hubiese llegado antes.

Ella, no paraba de llorar, las lágrimas le resbalaban por la cara. Hubo un segundo, que él cerró los ojos y dejó de respirar. Supó que aquel sería el momento.

-Te quiero.- le dijo ella entre susurros.

Se agachó y le besó en los labios. Otra vez hubó ese chispazo entre ellos, esa conexión que sólo sentía hacia él. Hubo una especie de fogonazo entre ellos, salía una especie de llamarada de su cuerpo, literalmente estaba ardiendo. Se frotó los ojos y vió que su joven, apareció de entre las llamas y le sonrió. Oh señor! Aquella maldita sonrisa le volvía loca.

-!Hola Betty!- dijo con una voz sensual.

¿Estaba soñando? le había hablado.

-Hoooo....laaaa....- dijo tartamudeando.

Él le contó toda la historia de cómo una bruja, fea y poco agraciada le había pedido de poder pasar la noche en su casona y este le había rechazado, incluso burlandose de ella. Lo que produjo que la bruja, le echase un hechizo de no poder hablar con nadie, hasta que alguien le demostrase su amor hacia él.

-Gracias a tí Betty.
-No, gracias a tí.- dijo entre lagrimas y sonrisas.

Hincó la rodilla y le pidió que se casase con ella, porque ella era quien había estado esperando toda la vida, que era la mujer más hermosa que había conocido, no lo era todo el exterior y que podían ser felices juntos. Ella asintió con la cabeza y se fundieron en un beso de amor verdadero y colorín colorado, este cuento se ha acabado, si quieres que te lo cuente otra vez cierra los ojos y cuenta hasta tres.

 

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