lunes, 6 de mayo de 2013

Yo no soy un hombre....SOY UNA MUJER

Esto era una vez que yo sabía un cuento pero se me quedó dentro y no me acuerdo, voy a ver si me sale otra vez, en tiempos de princesas y príncipes lejanos, existía una joven pareja hecha el uno para el otro. Los dos eran apustos, gentiles, amables con el pueblo, ya que eran reyes de un reino grandioso. Tenían una vida por delante y ambos querían tener muchos hijos e hijas. Hasta que llegó el día en que la princesa se quedó en cinta, ese día fue uno de los más felices de sus vidas y decidieron compartirlo con el pueblo, proclamando varios días de festividad. Pasaron los meses y cuando llegó el momento del alumbramiento, hubo un par de complicaciones, con la salida del recien nacido, pero las dos consiguieron salir con vida de la difícil circunstancia. Fue una niña, tan preciosa y perfecta como nadie jamás había visto. Corrieron lo días y la reina no conseguía recuperarse del parto, consciente de que una tragedia estaba a punto de suceder y decidió llamar a su esposo, para poder despedirse de él.
-Esposo mío, no tengo fuerzas ya, para seguir luchando, me encuentro muy débil, no se cuanto aguantaré más.
-Tienes que luchar, por nuestra hija y por mí. Todavía no le hemos puesto ningun nombre y esta niña necesita una madre que le enseñe toda clase de cosas sobre la vida. Te necesitamos.
-Lo siento mi rey, esto puede conmigo, es necesario que hablemos del futuro. Quiero que le regales este presente a nuestra hija, para que se acuerde de su madre. -le entrega una pulsera, con varios abalorios colgantes.- Cada figurita simboliza algo referente a mí. Una medalla de la Virgen, un zapato en forma de tacón y nuestros anillos de bodas. Espero que así se acuerde de mi y de todo lo que la ame.
Justo en ese preciso momento, salió el último aliento de la reina, cubriendo las estrellas que brillaban fuera. Todo se apago, todo se oscureció. Quedó todo en un inmenso silencio.
El rey, no lo podía creer, a la única mujer que había amado, había desaparecido, ya no quedaba nada de ella y sintó dolor, sintió que le faltaba el aire, se le llenaron los ojos de lágrimas. En ese preciso momento, el bebe empezó a llorar y llorar, cómo si sintiese el fallecimiento de la reina.
-LLevarosla lejos de mí, no la quiero cerca. Encerrarla en una de las torres del castillo, pero antes bautizarla con el nombre de Penélope, es lo mínimo que debe de tener...un nombre.
Las nodrizas se llevaron a la niña a sus aposentos, ya que sabía, que sin el calor de una madre, la niña no podría sobrevivir. La cuidaron como si fuera su propia hija, enseñandole el tipo de cosas que las princesas necesitan saber.
El rey jamás preguntó por ella, no quería saber nada de la culpable que había matado a su mujer. Se dedicó a cuidar de sus subditos como si fueran sus propios hijos.
LLegó un día, el aniversario de la muerte de la reina, que vió a una bella joven caminando por lo jardines de palacio. Se quedó sin aliento, ya que aquel ser, era identico a su mujer. ¿Era su fantasma? ¿Se estaba volviendo loco? Salió corriendo para salir de su duda.
-¿Quién eres bella joven?
-¿No me reconoce?
-No!.¿Cual es tu nombre?
-Me llamo Penélope.- ese nombre le resultaba familiar al rey, pero no sabía de que- Un día usted me quiso, pero de eso, fue hace mucho tiempo.
-Nunca podría dejar a un ser tan hermoso como tú.
-Hace tiempo atrás, usted me llamaba hija.
El rey palideció y cayó de rodillas frente a ella, le suplicó que le perdonase, por haber sido un completo egoísta. Le juraba amor eterno, nunca volvería a hacerle daño, pero lo que no sabía nuestra joven protagonista, es que el rey, la estaba confundiendo con su difunta mujer.
-Te perdono padre.
-Tenemos que recuperar el tiempo perdido. Haré celebrar un baile, con toda la gente del pueblo, tienen que saber que has vuelto. Has vuelto a casa. En esa celebración anunciaremos tu compromiso con el príncipe Alejandro, un aliado para nuestro pueblo.
-Pero padre, no me quiero casar todavía, soy una niña, no quiero ser la esposa de nadie, ni pertenecer a nadie.
-No digas tonterías, ya estas en edad de merecer. Tendrás que casarte con el príncipe Alejandro, todo seran ventajas para ti y para el reino.¿ Porfavor qué puedo hacer para ganarme tu afecto?
La princesa, no sabía que hacer, tenía que ganar tiempo, su padre se había vuelto loco. Como muestra de afecto le pidió que las mejores modistas de la época le confeccionarán 3 vestidos, un vestido tan llamativo y tan bello como las llamas del fuego, otro vestido tan sereno y tan suave como las nubes del cielo y un último vestido tan brillante y chispeante como las estrellas del cielo.
-Tus deseos son órdenes para mí.
El rey, no volvió a ver a la princesa hasta tiempo después, cuando ya por fin, estaban terminados los vestidos y se los enseñó a Penélope. Esta se quedó sin palabras, ya que creía que su padre se había olvidado del tema del compromiso.
-Aquí están tus vestidos, ya podemos anunciar vuestro compromiso querida, el príncipe pronto llegara.
-Si es lo que desea...Pero antes cómo regalo de bodas, me gustaría que concediese un último presente.
-Lo que deseis.
-Me gustaría tener una armadura. Sé que es un regalo, diferente y extraño, pero me haría muy féliz tener una. Tiene que estar forjada por toda clase de metales.
-Aunque me parezca una idea un poco loca, tus deseos son órdenes para mí.
No volvieron a hablar entre ellos. Pero Penélope sabía que esta era su última oportunidad para poder escapar de ese matrimonio tan escéntrico que pretendía su padre.
Pasaron los días, los meses y los años. Hasta que un día su padre se presentó delante de ella, con un regalo entre sus manos.
-Ábrelo. Espero que sea de tu agrado.
En ese momento, Penélope, abrió el presente y descubrió una hermosa armadura, formada por toda clase de metales, como el cobre, el bronce, oro, plata, platino, etc. Había muchos colores, muchos olores y muchos recuerdos. En ese preciso momento, la princesa supo que su tiempo se había acabado, ya no podía hacer nada más para arruinar ese matrimonio.
-Mañana os casareis. No hay vuelta atrás. Nos veremos mañana al atardecer, cuando camines hacia el altar, te convertiras en una mujer, la mujer del príncipe Alejandro.
Penélope tenía dos opciones o casarse o huir de aquella descabellada idea. Opto por la segunda opción, cogió una mochila, donde metió los vestidos que le había regalado su padre, un poco de alimento, para poder sobrevivir y la armadura puesta, para que nadie pudiese reconocerla, ni si quiera la propia noche, ni las miradas que pudiesen observarla. Antes de irse, cogió la pulsera que su madre le había regalado nada más nacer y se despidió en silencio del castillo que había sido su hogar durante tantos años.
Estuvo caminando durante varios días, pero sólo de noche, para que nadie pudiese reconocerla y descansaba de día en los huecos de los árboles que le permitían cobijo. Hasta que una mañana un grupo de cazadores pasaron por allí cerca y los perros se encaminaron al árbol donde se encontraba nuestra joven protagonista.
-No me matéis, soy un pobre caballero, que ha perdido su memoria. No quiero morir. No tengo alimentos. Recibí un golpe en la cabeza y no recuerdo nada de mi existencia.
Los cazadores estaban anonadados, ya que no lograban creerse la historia que les narraba el joven que tenían delante de él. Le pidieron que se quitase el yelmo, pero Penélope les dijo que debido al golpe, se le había quedado incustrado en la cabeza y no se la podía quitar. Decidieron llevarsela a su reino y mostrasrsela a su príncipe. Él sabría que hacer con el escudero.
Cuando llegaron a palacio y le relataron todo lo ocurrido al príncipe, este mando al caballero a uno de sus aposentos, para que pudiese descansar y retomar su viaje, cuando ya estuviese recuperado. Penélope dió las gracias al príncipe y le pidió como muestra de su honor, que ayudaría en los quehaceres de las cocinas, ya que era muy buen cocinero y podría ser de ayuda.
Al cocinero, no le gustó mucho la idea, pero según iban pasando los días descubrió que aquel joven tenía un don para las comidas y le servía de gran ayuda.
La reina, decidió que ya era el momento de que el príncipe heredero tenía ya edad de comprometerse y que organizaría un baile de 3 días para que conociese a todas las princesas casaderas de los reinos vecinos.
Penélope al escuhar esto, sintió una estraña sensación, quería ir a ese baile, porque poco a poco y debido a todas las conversaciones que había tenido con el príncipe, se había enamorado perdidamente de el.
La noche del baile, nuestra protagonista le dijo al cocinero, que estaba un poco cansado, que necesitaba descansar y marcharse a sus aposentos, que volvería al cabo de varias horas para preparar la leche con cola-cao para el príncipe. El cocinero no tuvo ninguna objeción con lo que le había dicho y dejo que se marchase a sus aposentos.
Nada más cerrar la puerta de su habitación Penélope se quitó la armadura, se baño y perfumó con los mejores perfumes. Decidió ponerse el vestido tan sereno y tan suave como las nubes del cielo. Se terminó de peinar y maquillar y se encaminó dirección al salón de bailes.
Allí había muchas muchachas casaderas y algún que otro caballero dispuesto a sacarlas a bailar. Penélope tuvo que declinar varias invitaciones, ya que el primer baile estaba destinado a su príncipe. Se acercó a él y le preguntó si quería bailar. El príncipe se fascinó con aquella joven y le contesto con un simple sí.
-Su alteza, ¿cómo es su nombre?- Penélope tenía esa curiosidad desde hacía tiempo y nunca se lo había llegado a preguntar, porque sentía mucha verguenza preguntarselo, pero se armo de valor y se lo pregunto.
-Me llamo Salvador. Pero tú puedes llamarme Salva.- El príncipe no sabía porque había dicho aquellos, sólo sabía que aquella joven le transmita una confianza y un agrado que nadie nunca antes le habia producido,
-Encantada.
-El gusto es mío.
Y justo cuando dijo esas palabras terminó la canción y con ello el baile. El príncipe tenía muchos compromisos que reolver, ya que su madre le había establecido ya los bailes de toda la noche. Toda la noch estuvo observando a aquella joven que había logrado captar su atención. Se acabó la primera noche de bailes. Penélope ya sa había marchado a su habitación y se había puesto la armadura.
Bajó a la cocina y preparó la leche con colca-cao para el príncipe. Cuando lo estaba preparando decidió meterle uno de los objetos que su madre le había regalado. La medalla de la Vírgen. Subió a los aposentos del príncipe y se lo dió para que se lo tomase. Mientras se lo estaba tomando, el príncipe le contó todo lo que había pasado durante aquella noche y sobre todo de una joven que le había causado sensación, pero no le dijo cual de todas las jóvenes había sido. Cuando se estaba terminado la bebida, se percató de que dentro de vasi había un objeto.

-¿Qué es esto?
-No lo sé, majestad.
-Parece una medalla.....de la Vírgen. ¿La has puesto tu, caballero?

Penélope se puso muy nerviosa y por una milésima de segundo respondió con una negación de cabeza, cogiendo el vaso dónde el píncipe había tomado la leche y llevándoselo a las cocinas. No sabía si se había descubierto o no, pero no podía hacer nada más.
A la noche siguiente, Penélope le volvió a comentar al cocinero, que estaba muy cansado y que necesitaba descansar unas horas, pero que volvería para preparar la leche con cola-cao. El cocinero tampoco puso objección alguna. Subió corriendo a su habitación, se baño, se perfumo, se vestió con el vestido tan brillante y tan chispeante como las estrellas del cielo. Se terminó de peinar y maquillar y bajó al salón donde se celebraba la fiesta.
Esta vez, había muchas menos princesas y menos caballeros, puesto que cada noche, sólo quedarían las posibles candidatas para ser la futura mujer del príncipe. Nuestra joven protagonista, decidió ir a tomar una bebida, para templar sus nervios. Esta vez, fue el príncipe quien se acercó a ella.

-¿Me concedería este baile?
-Oh, majestad! Me ha asutado.-risa nerviosa.
-No pretendía hacerlo.
-Respecto a ese baile.....- y le tendió la mano, para que este la cogiese y pudiesen ir a bailar.
-No se nada de tí, necesito saber información respecto a tí.
-¿Qué quiere saber?
-Podríamos empezar por tu nombre....
-¿Por que decir un nombre, cuando hay tantas mujeres en esta habitación? seguro que del mío no se acordara....
-Puedes creerme cuando te digo, que del tuyo no me olvidare.
-Mi nombre es....

En ese momento se acabó la música y con ello el baile. Como la noche anteriore, el príncipe tenía bailes establecidos con las demás princesas de la sala. Pero en último baile, el príncipe que había estado observando a Penélope, la cual había estado bailando con otros caballeros y estaba rodeada de ellos. La sacó a bailar, porque necesita respuestas.
-Tu nombre, está noche me dirás tu nombre, porque no puedo aguantar otra noche sin saber tu nombre.
-Me llamo Penélope.
-Que hermoso nombre. Espero que mañana pueda usted volver a asistir al baile final.
-Será un placer, su majestad.

Todos los asistentes se fueron y con ello Penélope. Se cambió en su habitación, se puso la armadura y bajo a las cocinas a preprarar la leche para el príncipe. Esta vez, le metió el zapatitio con forma de tacón y se lo subió a los aposentos del príncipe. Este le abrió la puerta y hablaron de lo sucedido en la fiesta, de cómo una mujer le estaba causando fastinación y unos sentimientos que no sabía describir muy bien. No podía verla con otros hombres, rodeándola y tocándola. Necesitaba saber más cosas de ella. Penélope creía que se refería a otra princesa, con lo que había bailado varias veces en los dos días de bailes. El príncipe se dió cuenta que esta vez no había una medalla, sino otra figurita un zapatito con forma de tacón. ¿que era todo aquello?, ¿se estaba volviendo loco?, ¿quien le estaría mandando esas señales?. Penélope, recogió el vaso de leche y se marcho a su habitación.
Al día siguiente, Penélope no sabía si asistiría o no al baile. Estaba muy confundida con todo aquello. Pero se dijo que era la última oportunidad para conquistar al príncipe. Le volvió a decir al cocinero, que necesitaba marcharse a reposar durante unas horas, pero que volvería al cabo de varias horas.
Subió corriendo a su habitación para hacer el mismo procedimiento que los dos días anteriores, solo que estaba vez, decidió ponerse el vestido tan llamativo y tan bello como las llamas del fuego. Estaba deslumbrante, el rojo siempre le había quedado bien. Si con esto no lograba enamorar al príncipe nada podría. Bajo corriendo al salón de baile, todo estaba precioso y hermoso, pero no conseguía ver al príncipe por ninguna parte. ¿Donde se había metido?, ¿Había decidido ya a su futura mujer?. La cabeza le daba vueltas, cuando una mano la agarró por la cintura y le condujo a la pista de baile. En aquella época, sólo los prometidos o los maridos podían coger así a sus mujeres. Pero ella no estaba en ninguna de esas dos opciones. La mano le giro y se dio cuenta que era el príncipe quien la había cogido así.

-Esta noche, estás espectacular.
-Muchas gracias su majestad.
-Espero que me permita el atrevimiento, pero esta noche, sólo bailare con vos.
-Si así lo desea...

Y durante toda la noche, estuvieron bailando, como si fueran pareja, como si se conociesen de toda la vida, parecía almas gemelas.

-¿Qué es eso que cuelga de tu mano?
-Es una pulsera con colgantes y esto de aquí son los anillos de matrimonio de mis padres.
-Que preciosidad.
-Es lo único que tengo de ellos.
-Lamento oir eso.

Y siguieron bailando como si nada. Hasta que llegó el momento de marcharse. El príncipe no la soltaba, porque no quería que se marchase y sabía que cuando se fuera, nunca más la volvería a ver.
Pero ella consiguió zafarse y se marchó por donde había entrado. Se fue corriendo a su habitación a cambiarse, pero no le dió tiempo a ponerse bien la armadura, dejando ver sus muñecas al descubierto.
Preparó el vaso de leche como las dos noches anteriores y se lo subió al príncipe, pero esta vez sin ponerle nada en el vaso. El príncipe estaba decaido porque no sabía si volvería a ver a la joven de sus sueños.

-Estoy devastado. Necesito verla....

Se terminó el vaso y se quedó pensativo al descubrir que no había nada en el vaso. Pero cuando la joven princesa se agacho para recoger el vaso, dejo entrever más de la cuenta su muñeca y el príncipe pudo observar como colgaba una pulsera con dos anillos.

-Caballero, ¿conoce usted a una joven tan bella como la luna, tan brillante como el sol y tan chispeante como las estrellas?
-No, su majestad.
-Y tú, ¿que clase de ser eres? Nunca te he visto el rostro. Seguro que eres un apuesto muchacho. Seguro que tendrás muchas mujeres que quieran estar contigo. Aunque eres demasiado flacucho, para ser un caballero.

El príncipe se lo estaba diciendo con ironía y Penélope lo sabía. No podía aguantar más esta situación, dejo el vaso en la mesa del príncipe y decidió que no permitiría mas habladurías así.
Se quitó el yelmo y le dijo al príncipe.

-Yo no soy un hombre.....SOY UNA MUJER!!!

El príncipe que sabía perfectamente quien era ella, se arrodilló frente a ella, le cogió la pulsera de su madre junto con los anillos y colocó un anillo en su dedo anular, muestra de compromiso.

-Penélope, oh mi amada Penélope. Sabía que eras tú. Quiero que seas mi esposa y que formemos una gran familia juntos.
-Oh majestad.- Ella seguía un poco enfadadilla con el príncipe.

Pero ambos se fundieron en un beso de amor verdadero. Ella se separó de él, cogió el anillo que faltaba y se colocó en el dedo anular del príncipe.
Semanas después se casaron y pronto Penélope quedó en cinta. Pero como ya os he comentado, esto era una vez que yo sabía un cuento pero se quedó tan dentro que no me acuerdo.

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